Cada vez se me hace más necesario tener que controlar muchos aspectos de la vida profesional, por temor - fundado - a que las cosas que no dependen directamente de mi, no se hagan bien, o simplemente no se hagan. Dos ejemplos recientes:
Hora punta en Madrid. Prisas por llegar a una declaración de imputados en la otra punta de la ciudad. Calor, mucho calor con la toga puesta. Listos para empezar. El secretario judicial afirma que va todo bien, salvo por un pequeño retraso. 45 minutos de espera después, el mismo secretario, alegremente, anuncia que el imputado no está citado, que le mandó una citación a otra ciudad distinta a la de su residencia... sin comentarios.
Vencimiento de presentación de un recurso de apelación: 20 para presentarlo. Una maravilla de recurso, claro, conciso, debidamente justificado con jurisprudencia y lo mejor: escueto. Dos días antes del vencimiento se le manda por fax al procurador para que lo presente. A esperar la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid. Siguiente noticia: Providencia declarando desierto el recurso. Al señor procurador se le había olvidado el escrito en el maletero de su coche y no lo presentó... sin comentarios.
Entre funcionarios de justicia, que por muy desbordados que estén, y por mucha huelga que hagan, son muchos los errores que cometen por no fijarse, y ello perjudica a personas reales; y los procuradores, que en ocasiones pueden llegar a causar daños mayores, ya que por un lado no verifican las actuaciones de los funcionarios, y por otro, si se olvidan de presentar escritos, el los casos van quedando pendientes, dilatándose en el tiempo y sobrecargando aún más el sistema judicial.
Eso sí, los gastos de pérdidas de tiempo se repercuten lo mismo al cliente, no se vayan ustedes a pensar que esto es gratis.
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