He tenido un tiempo abandonado este blog, a sus lectores asiduos y sinceramente, también a mi acezo comunicativo. Lo echaba de menos. Podría detenerme a justificar mi falta de atención a esta página debido a las merecidas vacaciones que he disfrutado y el inexorable trabajo pendiente que me he encontrado a la vuelta de las mismas. De hecho, era tal cantidad de trabajo el que tenía en mi mesa para empezar el año, que podría haber pasado por un funcionario de justicia de Sanlúcar la Mayor (Sevilla) como la señorita de la foto.
Permítanme comentarles algo de mis vacaciones: comenzaron el día 24 de diciembre a las 15 horas. Había salido de mi trabajo con el tiempo justo para ir a la Terminal 4 de Barajas y poder tomar un vuelo de Iberia con destino La Coruña para llegar tranquilamente a cenar a mi casa con mi familia. La frase anterior podría pasar a formar parte de los libros de texto de literatura española como ejemplo de la figura antítesis. (Iberia - tranquilamente. Sobran las explicaciones). Muchos de los vuelos de al rededor de la puerta de embarque a la que me habían asignado eran cancelados o retrasados sin explicaciones. La confusión, indignación y desconfianza era preocupante a la par que contagiosa. Mi vuelo, por suerte y sorpresa para todos los presentes, salió a la hora. Es lo que tienen las huelgas, las de celo, las encubiertas, las abiertas y todas las demás formas que existan (menos las japonesas): que siempre se perjudica al usuario y que siempre generará desconfianza en el sector. Dejando a un lado la guerra SEPLA - IBERIA con sus refriegas anuales justo en Navidad, Semana Santa y verano, hay que comentar la amenaza de huelga en la Justicia.
El año pasado fueron los funcionarios de Justicia los que se pusieron en huelga pidiendo más medios, desbordados por los legajos sobre sus escritorios, estanterías y el suelo de los pasillos. Este año son los jueces quienes amenazan al ministro Fernández Bermejo por lo mismo. De hecho, ya hay paros encubiertos en algunos juzgados. Es un hecho terrible para todos. No porque su enfrentamiento con el Ministerio sea ilegítimo, – que no lo es –, ni porque sus reivindicaciones sean absurdas, – que no lo son –, ni porque sea una medida innecesaria, – que tampoco –, si no porque muestra el estado de la administración de justicia en España, una situación que perjudica a los ciudadanos y se perjudica al propio sistema minando la confianza de aquellos en la Justicia.
Realmente la situación general en los juzgados es, en general, mala. Los ciudadanos sienten en sus carnes la lentitud de los procesos y una inseguridad que no debía dar la Justicia; los abogados y los procuradores vemos los fallos de agenda, la falta de notificaciones o citaciones, el tener que reiniciar procesos porque han cambiado al juez... Hay un exceso de expedientes por juzgado, faltan medios, falta personal, falta formación, falta, en definitiva, un plan viable para modernizar la Justicia en España. Y esto es lo que queremos todos y lo que piden los jueces. ¿Les falta razón? No. ¿Es necesario amenazar con una huelga para tratar el tema más allá de una carta de intenciones? Lamentablemente así parece. ¿En que situación nos deja eso? Terrible.
El Ministerio de Justicia no puede permitir el estancamiento de uno de pilares más importantes del estado de derecho, no puede permitir que los ciudadanos no confíen en la administración de justicia, y por ello, no puede permitir que España sufra una huelga en la Justicia. Esto significa que se han de hacer las cosas para no llegar a esos extremos. El Ministerio de Justicia no ha de impedirlo silenciando los hechos, desviando balones fuera. Ha de impedirlo adoptando medidas útiles, comprometiendo esfuerzo técnico y humano que modernice, agilice y renueve todo el sistema judicial y la confianza en el mismo.
Para los más alarmistas, no hacer nada equivaldría a un colapso, debido a la crisis que se cierne sobre España disparando la tasa de impagos, el número de despidos, quiebras y demás situaciones conflictivas que muchas veces han de dirimirse en sede judicial. Es cierto que la situación empeora, pero ni mucho menos creo que vaya a haber un colapso, pero sí que los retrasos se alargarán, y muchos ciudadanos dependen, para dirimir controversias, de un sistema algo inefectivo en su funcionamiento, y en el que no confían demasiado; como viajar con Iberia en Nochebuena tratando de llegar a tiempo para cenar en casa. Año nuevo, medidas nuevas.
Permítanme comentarles algo de mis vacaciones: comenzaron el día 24 de diciembre a las 15 horas. Había salido de mi trabajo con el tiempo justo para ir a la Terminal 4 de Barajas y poder tomar un vuelo de Iberia con destino La Coruña para llegar tranquilamente a cenar a mi casa con mi familia. La frase anterior podría pasar a formar parte de los libros de texto de literatura española como ejemplo de la figura antítesis. (Iberia - tranquilamente. Sobran las explicaciones). Muchos de los vuelos de al rededor de la puerta de embarque a la que me habían asignado eran cancelados o retrasados sin explicaciones. La confusión, indignación y desconfianza era preocupante a la par que contagiosa. Mi vuelo, por suerte y sorpresa para todos los presentes, salió a la hora. Es lo que tienen las huelgas, las de celo, las encubiertas, las abiertas y todas las demás formas que existan (menos las japonesas): que siempre se perjudica al usuario y que siempre generará desconfianza en el sector. Dejando a un lado la guerra SEPLA - IBERIA con sus refriegas anuales justo en Navidad, Semana Santa y verano, hay que comentar la amenaza de huelga en la Justicia.
El año pasado fueron los funcionarios de Justicia los que se pusieron en huelga pidiendo más medios, desbordados por los legajos sobre sus escritorios, estanterías y el suelo de los pasillos. Este año son los jueces quienes amenazan al ministro Fernández Bermejo por lo mismo. De hecho, ya hay paros encubiertos en algunos juzgados. Es un hecho terrible para todos. No porque su enfrentamiento con el Ministerio sea ilegítimo, – que no lo es –, ni porque sus reivindicaciones sean absurdas, – que no lo son –, ni porque sea una medida innecesaria, – que tampoco –, si no porque muestra el estado de la administración de justicia en España, una situación que perjudica a los ciudadanos y se perjudica al propio sistema minando la confianza de aquellos en la Justicia.
Realmente la situación general en los juzgados es, en general, mala. Los ciudadanos sienten en sus carnes la lentitud de los procesos y una inseguridad que no debía dar la Justicia; los abogados y los procuradores vemos los fallos de agenda, la falta de notificaciones o citaciones, el tener que reiniciar procesos porque han cambiado al juez... Hay un exceso de expedientes por juzgado, faltan medios, falta personal, falta formación, falta, en definitiva, un plan viable para modernizar la Justicia en España. Y esto es lo que queremos todos y lo que piden los jueces. ¿Les falta razón? No. ¿Es necesario amenazar con una huelga para tratar el tema más allá de una carta de intenciones? Lamentablemente así parece. ¿En que situación nos deja eso? Terrible.
El Ministerio de Justicia no puede permitir el estancamiento de uno de pilares más importantes del estado de derecho, no puede permitir que los ciudadanos no confíen en la administración de justicia, y por ello, no puede permitir que España sufra una huelga en la Justicia. Esto significa que se han de hacer las cosas para no llegar a esos extremos. El Ministerio de Justicia no ha de impedirlo silenciando los hechos, desviando balones fuera. Ha de impedirlo adoptando medidas útiles, comprometiendo esfuerzo técnico y humano que modernice, agilice y renueve todo el sistema judicial y la confianza en el mismo.
Para los más alarmistas, no hacer nada equivaldría a un colapso, debido a la crisis que se cierne sobre España disparando la tasa de impagos, el número de despidos, quiebras y demás situaciones conflictivas que muchas veces han de dirimirse en sede judicial. Es cierto que la situación empeora, pero ni mucho menos creo que vaya a haber un colapso, pero sí que los retrasos se alargarán, y muchos ciudadanos dependen, para dirimir controversias, de un sistema algo inefectivo en su funcionamiento, y en el que no confían demasiado; como viajar con Iberia en Nochebuena tratando de llegar a tiempo para cenar en casa. Año nuevo, medidas nuevas.
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