
Desde el primer contacto con el edificio de los juzgados, no hay ni rastro de estrés pre-juicio, ni rastro de prisas por empezar, cumplir y ¡siguiente! nada de postureo y escaparate de letrados alardeando de sus grandes casos a las puertas de las salas... simplemente un ambiente tranquilo, despreocupado y hasta desenfadado, que transmite, contagia y embarga a uno en ese mismo estado, tan lejos de las prisas de las grandes ciudades.
Dentro de la sala, más de lo mismo, jueces y fiscales más cercanos a las personas, con más tiempo de intentar conocer los problemas, conscientes de que esas personas no son meros números de expedientes y que es importante hacer las cosas bien. Y eso también se transmite. Pero esto en las grandes ciudades, donde el ahogo de casos y expedientes saturan los juzgados, a los funcionarios, a los jueces y hasta a los abogados mismos, impide que la Justicia se imparta de un modo más humano y cercano, y a veces mejor.
Foto: Amanecer en un pueblo del recorrido de AVE Madrid - Puertollano tomada a 315 km/h.