miércoles, 21 de abril de 2010

He leído y acepto ser un "anima vili"

Comentaba recientemente que nadie se lee la letra pequeña de los avisos legales de los sitios web. Insisto deberían. Yo sigo descontento por que llegen antes a la Biblioteca del Congreso de EE.UU mis Twitts que mis artículos jurídicos.

De las condiciones de uso, términos y condiciones, condiciones generales, políticas de privacidad... que me encuentro a la hora de comprar algo por Internet o registrarme en algún servicio, siempre las leo. En diagonal. Pero me las leo. Con especial incapié en las relativas a la cesión de mis datos personales, las garantías de los productos o servicios y aquellas otras obligaciones escondidas tras un apartado con un nombre que no te invita a leerlo por aburrido, pero que curiosamente contiene "otras obligaciones" relevantes para el usuario.

Fíjense, el porqué hay que acostumbrarse a esta incómoda práctica: 7.500 usuarios ceden gratuitamente sus almas inmortales a GameStation. Si bien es cierto que esto es una broma de esa cadena de tiendas por el April Fool's Day, pero dudo que a alguno le haya hecho gracia. Mi parte preferida: "Si deseamos ejercer esta opción, permitirás rendir tu alma inmortal y cualquier reclamación que puedas tener sobre ella en un plazo de cinco días laborales tras recibir la notificación escrita de Gamestation o uno de sus secuaces debidamente autorizados".

Esto pone de manifiesto que nadie se lee nada. Es fácil. Cuanto más pequeño y escondido estén las cosas... menos se quieren que se encuentren... ¿adivinan por qué?


Insisto en la necesidad de que los proveedores de servicios de la información ofrezcan de una forma más leal, fácil, comprensible y accesible los términos y condiciones de acceso a sus servicios o productos.

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